Esto ocurrió hace más de 10 años. El escritor argentino Hernan Casciari le leía a su hija la historia de Hansel y Gretel. Cuando la lectura llegó a su momento más tenebroso, el momento en que los hermanos se saben perdidos en el bosque y se imaginan huérfanos ya para siempre, la hija interrumpió a su padre con una pregunta elemental: ¿Y por qué no llaman a su papá con el celular?
La premisa detrás de esta petición es tan lógica como inocente. Tomársela en serio e imaginar que, por ejemplo, Penélope puede textearse con Ulises o Caperucita hacerle una videollamada a su abuela para alertarla sobre el lobo, sin duda le haría la vida más fácil a los personajes de nuestra imaginación. Pero a nosotros probablemente nos haría más aburridos, y quizás más tristes. O al menos eso concluye Casciari en este video que ojalá se animen a ver.
No hay duda de que el celular (y sus muchos parientes) están afectando nuestra habilidad para contar historias y por tanto también para leerlas. Ademas de perjudicar nuestra salud mental y física, los celulares han reducido nuestra atención, nuestra memoria, nuestra inteligencia verbal e incluso nuestra empatía. También han inaugurado formas no humanas de organización social. Al igual que Gioia y Sacasas, me temo que la Inteligencia Artificial de esos aparatos pronto podrá hacernos creer que nos ama y, como en cualquier tragedia, nosotros responderemos al engaño amando de verdad. Tal vez por eso algunos adolescentes que no conocieron el mundo antes del celular, como Logan Lane o Emma Lembke, ahora tratan de convencernos de que dejemos de usarlos.
A pesar de que todo esto es cierto, no creo que sea la presencia del celular la que arruine la trama de nuestras historias. Julieta puede mandarle un WhatsApp a Romeo, pero lo más probable es que Romeo tenga su celular en silencio o sin datos o que hayan hackeado sus cuentas. Si algo ha logrado este objeto, ha sido justamente lo contrario a lo que se proponía: hacer más visible e intensa la distancia que nos separa de los otros. La ansiedad que produce llamar y que no nos respondan, o que nos dejen en “visto”, es parte de la condición humana; la experimentamos desde bebés y sospecho que hará parte de nuestras historias hasta el final. Puede que ahora sea más difícil perderse en un bosque; de hecho, ahora hay menos bosques para perderse. La sensación de estar perdidos, sin embargo, sigue intacta.
Los fantasmas
Antes de que el celular prometiera conectarnos, ya el televisor y la radio y el teléfono fijo y el telégrafo habían fracasado en ese intento. El mayor fracaso (o el mayor éxito) lo consiguieron las cartas, el verdadero modelo detrás de estas tecnologías. Hace muchos años, justo cuando acababa de abrir mi primer correo electrónico, leí las cartas que Franz Kafka le escribió a Milena Jesenská, y que tú puedes leer AQUÍ (aunque más bonito sería tener el libro).
Kafka era una persona enamoradiza, algo tímida, con la tendencia a sobre analizarlo todo y proclive a mantener relaciones a distancia. Sus obsesivas reflexiones sobre lo extraño que resulta comunicarse por cartas son aún hoy comprensibles porque, a pesar de vivir en un mundo que ya no las escribe, a diario experimentamos lo mismo. Miren lo que dice:
[Escribir cartas es tener] una conversación con fantasmas […] ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Se puede pensar en una persona distante, se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas […]. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas […]. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo; y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, que es la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano, pero ya no sirven, son evidentemente descubrimientos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilos.
Y el celular, por supuesto. Con ese aparato en la mano, hoy tal vez entendamos mejor que Kafka lo que significa conversar con fantasmas. Diariamente convocamos una multitud mientras otra diferente nos convoca. Conversamos entre todos sin de verdad hablar con ninguno…
Después de leer la correspondencia de Kafka (o antes), pueden seguir con “Los censores”, un brevísimo cuento de la argentina Luisa Valenzuela en el que las cartas son un motivo para reflexionar sobre la censura, en este caso durante la dictadura argentina. Otro texto sobre cartas y fantasmas y personajes extraños es “Bartleby, el escribiente”. Su autor, Herman Melville, fue quien escribió Moby Dick. AQUÍ encuentras una edición bilingüe.
Adiós al ☎️
Si quieren leer algo más bien teórico (aunque igual divertido), puede gustarles ¿Hola? Un requiem para el teléfono, un ensayo que el escritor y profesor argentino Martín Kohan publicó a finales de 2022. Hecho de textos breves, su libro medita sobre pequeñas escenas de la vida cotidiana que ya no pueden ser y que algunos no saben que existieron. Como por ejemplo cuando se descolgaba el teléfono para que no entraran las llamadas o cuando las líneas ocupadas hacían pi-pi-pi-pi-pi o cuando contestábamos sin tener la menor idea de qué voz iba a estar al otro lado. Para que se hagan una idea, AQUÍ y AQUÍ pueden leer algunos fragmentos.
En el parque
Hija: Hola.
Niño: Hola. Me llamo letra del alfabeto número A. ¿Y tú?
Hija: Yo me llamo…
Niño: …letra del alfabeto número B.
Hija: ¡No! Yo soy Hija-Elsa-Arcoiris.
Concluidas las formalidades, la letra del alfabeto y el arcoíris se persiguen entre los árboles.
Después del tono…
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BU