14. Familia
¿Sería posible habitar un mundo en donde no exista algo parecido a la familia? ¿Un mundo en el que no haya abuelas ni tías ni papás ni hermanas ni hijas? Creo que yo no querría vivir en un lugar así. De hecho, preferiría que me impusieran lo contrario: un mundo en donde todos somos familia, en donde todo lo que se ve por la ventana es parentela: el vecino, el árbol, los paseadores de perros, la ardilla, las nubes, el desconocido, la vendedora ambulante, el que sacude su persona en mi alma, los que leen esto, los que no y así por muchas horas.
Ahora bien, aunque deseado, un mundo así también me dejaría perplejo. ¿Llegaría hasta dónde esta unión que aspira a emparentar todo lo vivo? ¿Terminaría en dónde la familia deseada? Si a mí me exigieran una respuesta a estas preguntas, esto es lo que, asombrado de sólo imaginar tanta intensidad, querría poder decir: mi familia termina lejos, más allá de los lazos de sangre, más allá del origen, más allá de la especie, más allá de los cuerpos, lejos, al otro lado, lejos…
“A mi madre”, Mahmoud Darwish
Añoro el pan de mi madre
el café de mi madre
las caricias de mi madre…
Día a día,
la infancia crece en mí
y deseo vivir porque
si muero, sentiré
vergüenza de las lágrimas de mi madre.Si algún día regreso, tórname en
adorno de tus pestañas.
Cubre mis huesos con hierba
purificada con el agua bendita de tus tobillos
y átame con un mechón de tu cabello
o con un hilo del borde de tu vestido.
Tal vez me convierta en un dios,
sí, en un dios.Si regreso, tórname en
leña de tu fuego encendido
o en cuerda de tender en la azotea de tu casa.
Porque no puedo sostenerme
sin tu oración cotidiana.
He envejecido. Devuélveme las estrellas de la infancia
para que pueda emprender
con los pájaros pequeños
el camino de regreso
al nido donde tú aguardas.
Como quizás sea el caso de todas las madres en todos los tiempos, la madre del poeta palestino Mahmoud Darwish es muchas cosas a la vez: un dios, una fuerza de la naturaleza, la infancia perdida, el cuerpo al que ya no podemos volver, el pedazo de tierra al que ya no podemos volver…
Después de este poema, mi antología mínima de poemas sobre las mamás (ese tema infinito) seguiría con “La mujer y la casa”, “Llamado del deseoso” (“¿De dónde huimos, si no es de nuestras madres de quien huimos”?), “XXVIII”, “Madre”, “Desagravio”, “Si me puedes mirar” (“Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?”), “Celia” y la dedicatoria de las obras completas de Borges. ¿Alguna recomendación?
“Las manos”, José Watanabe
Mi padre vino desde tan lejos
cruzó los mares,
caminó
y se inventó caminos,
hasta terminar dejándome sólo estas manos
y enterrando las suyas
como dos tiernísimas frutas ya apagadas.Digo que bien pueden ser éstas sus manos
encendidas también con la estampa de Utamaro
del hombre tenue bajo la lluvia.Sin embargo, la gente repite que son mías
aunque mi padre
multiplicó sus manos
sólo por dos o tres circunstancias de la vida
o porque no quiso que otras manos
pesasen sobre su pecho silenciado.Pero es bien sencillo comprender
que con estas manos
también enterrarán un poco a mi padre,
a su venida desde tan lejos,
a su ternura que supo modelar sobre mis cabellos
cuando él tenía sus manos para coger cualquier viento
de cualquier tierra.
Harumi Watanabe recorrió medio mundo, del Japón hasta el Perú, para que su hijo José pudiera ser. Vino de lejos como, en el fondo, lo hace quizás todo padre. Pues mientras el hijo crece dentro de la madre, el padre crece dentro del hijo, empieza siempre como extranjero... A lo mejor por eso se escriben menos poemas sobre los padres, o se escriben tarde, una vez mueren o se convierten en abuelos. Me acuerdo ahora de las famosas coplas de Manrique o de The Father, el libro de Sharon Olds sobre la muerte de su padre, o de la “Elegía a mi padre” de Eduardo Cote Lamus o del “A mi padre” de Borges. La imagen del padre severo, como el padre de la conocida carta de Kafka, es mucho más común que la del padre dulce y tierno y joven que aquí y en otros poemas recupera Watanabe. Y que yo quiero recordar.
Natalia Ginzburg
El pasado verano leí Lessico famigliare (Léxico familiar), una de las novelas más conocidas de la escritora italiana Natalia Ginzburg. Lo más fascinante de esta novela autobiográfica es que se propone reconstruir la vida de una familia judía italiana a partir de sus dichos, chistes en la mesa, manías verbales, en fin. Con ese lenguaje único, hecho de palabras y expresiones anodinas que sólo un hablante de ese idioma íntimo puede apreciar, Ginzburg narra desde las infantiles peleas de sus hermanos hasta el impacto del fascismo y el nazismo en su familia. El libro ha sido traducido a muchos idiomas, aunque quizás sea imposible de traducir. Ésta es mi versión del primer párrafo:
En la casa de mis padres, cuando era niña, en la mesa, si yo o mis hermanos volcábamos el vaso sobre el mantel o dejábamos caer el cuchillo, la voz de mi padre tronaba: “¡Basta de jueguitos!”.
Si hundíamos el pan en la salsa, gritaba: “¡No laman los platos! !Basta de cochinadas! ¡Basta de porquerías!”
Diálogo
Hija: ¿Por qué no tengo hermanos?
Mamá le explica porqué
Hija: Pero yo quiero una familia grande, no sólo de tres.
Mamá le vuelve a explicar
Hija (pensativa): ¿Entonces puedo tener tres perros?
¿Y tu idioma familiar?
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En mi casa, las palabras “tigre”, “mi señor”, “estimado” o “patrona” significan lo que ustedes saben y también algo más, algo que sólo 5 o 6 personas podríamos explicar. ¿Cuáles son las palabras o expresiones de tu familia? Ojalá te animes a compartir 👇 algunas de ellas. O no. Felices fiestas, feliz navidad, feliz diciembre! Lanza el ❤️… O no.