7. Roberto Juarroz
Leer poesía es difícil
Una de las razones por las que resulta tan difícil leer poesía es porque ya no hay un espacio físico para ella. El que por siglos fue su último reducto, el salón de clase, hoy prioriza otros saberes. ¿Para qué estudiar un poema si podemos crear código para Internet?
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La poesía de Homero era el Google de los griegos. Tenía todas las respuestas, descifraba todos los algoritmos. Los poetas de nuestro tiempo parecen no resolver nada. O tal vez sí lo hacen, pero no los entendemos. O tal vez nosotros ya no hacemos preguntas, solo Google searches.
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Aunque de pronto el Homero de nuestro tiempo no es Google. De pronto tiene razón Frank Baez y nuestro Homero son los Dj’s o los reguetoneros.
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De todas las formas de expresión, la que más se ha beneficiado de la cultura digital es la música. Todos los lugares son suyos. Música en la ducha, en el carro, en la caminata, en la escuela, en la oficina; música antes de dormir, música para dormir, música para despertarse; música para meditar, para concentrarse, para distraerse; música para rezar, para maldecir, para curar; música en el cementerio, música en el ataúd, música en el cielo…
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¿Será que alguien que no lee poesía puede empezar a leerla después de recibir (de repente, de la nada) unos poemas por correo electrónico?
Poesía vertical
Es difícil imaginar un poeta menos reguetonero que el argentino Roberto Juarroz (1925-1995), aunque sus poemas sí tengan un elemento en común con el reguetón: todos parecen ser el mismo. El hecho de que los 14 libros que publicó lleven el mismo título, Poesía vertical, es una prueba de ello. La suya es una poesía reflexiva, meditativa, casi al borde del silencio; a veces es también una poesía enigmática, difícil como, digamos, la dicción de Bad Bunny o el final de “Yonaguni”, una de sus más recientes canciones: Juarroz, al igual que el más famoso de los reguetoneros, escribe en español, pero lo que uno lee parece estar en otro idioma.
Aquí van cuatro de sus poemas, que me costó mucho escoger. Más abajo también encontrarán un pdf con una antología de su obra. Verán algunos poemas marcados con resaltador; son mis favoritos.
7. Amar es la mayor aceptación
pero también el mayor asombro.
Quizás no sepamos de qué ante qué
pero percibimos por fin algo más que lo diferente,
tal vez más diferente todavía.Y así se pone en crisis
la ambulatoria duplicidad de la existencia.
El esfuerzo de ser uno
encuentra su descanso
en el esfuerzo de ser dos.
Y solo entonces
dos es más que uno.
O que ninguno.28. No existen paraísos perdidos.
El paraíso es algo que se pierde todos los días
como se pierden todos los días la vida,
la eternidad y el amor.Así también se nos pierde la edad
que parecía crecer
y sin embargo disminuye cada día,
porque la cuenta es al revés.
O así se pierde el color de cuanto existe,
descendiendo como un animal amaestrado,
escalón por escalón,
hasta que nos quedamos sin color.Y ya que sabemos además
que tampoco existen paraísos futuros,
no hay más remedio, entonces,
que ser el paraíso.71. Un árbol es el bosque.
Tenderse bajo su follaje
es escuchar todo el sonido,
conocer todos los vientos
del invierno y del verano,
recibir toda la sombra del mundo.
Detenerse bajo su rama sin hojas
es rezar todas las oraciones posibles,
callar todos los silencios,
tener piedad por todos los pájaros.
Pararse junto a su tronco
es levantar toda la meditación,
reunir todo el desapego,
adivinar el calor de todos los nidos,
juntar la solidez de todos los reparos.
Un árbol es el bosque.
Pero para eso hace falta
que un hombre sea todos los hombres.
O ninguno.26. La campana está llena de viento, aunque no suene.
El pájaro está lleno de vuelo, aunque esté quieto.
El cielo está lleno de nubes, aunque esté solo.
La palabra está llena de voz, aunque nadie la diga.
Toda cosa está llena de fugas, aunque no haya caminos.Todas las cosas huyen
hacia su presencia.
Diálogo
Papá: Hija, ¿sabías que eres bilingüe?
Hija: Sí.
Papá: ¿Y qué idiomas hablas?
Hija: Spanish, inglés, uno que no recuerdo y japonés.
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